El río de la vida, con los años me ha ido enseñando
a sortear las piedras, que en sus aguas he ido encontrando.
Pero algunas no las veo y me pegan en la cara,
y otras a traición me golpean por la espalda.
El río sigue el curso, que imponen los de siempre,
y yo como un pez vivo, nado contracorriente,
en este río contaminado, lleno de peces muertos,
que me señalan con el dedo, por decir lo que pienso. (...)
Pero nada me puede detener,
cuando creo en lo que estoy haciendo,
pero nada me puede ya parar,
ni en este río ahogar mis sueños.
Sólo al final del río, sólo al final del río,
sólo al final... al fundirse con el mar,
y entre el color plateado de las olas,
la muerte marque mi hora.
Los Muertos de Cristo
a sortear las piedras, que en sus aguas he ido encontrando.
Pero algunas no las veo y me pegan en la cara,
y otras a traición me golpean por la espalda.
El río sigue el curso, que imponen los de siempre,
y yo como un pez vivo, nado contracorriente,
en este río contaminado, lleno de peces muertos,
que me señalan con el dedo, por decir lo que pienso. (...)
Pero nada me puede detener,
cuando creo en lo que estoy haciendo,
pero nada me puede ya parar,
ni en este río ahogar mis sueños.
Sólo al final del río, sólo al final del río,
sólo al final... al fundirse con el mar,
y entre el color plateado de las olas,
la muerte marque mi hora.
Los Muertos de Cristo